Típico día
Faltando aún 5 horas para terminar este día, me he detenido para plasmar esta página de mi vida en lo que se podría bien resumir como son mis días en esta época, como hacerme una idea al recordarlos en algún momento de mi vejez o para que mis familiares y amigos se hagan una idea del por qué a veces no les puedo dar el tiempo que se merecen.
Iniciamos a las 00:00 saliendo de la Feria de Durán al terminar mi turno de exposiciones y llegando a casa 40 minutos más tarde, para comer algo “ligero” y revisar mi correo electrónico que había descuidado clasificar al menos otra hora más.
Luego increíblemente luego de 5 horas de sueño me levanté temprano puesto tenía un viaje corto de trabajo programado y debía “cumplir” la agenda, pero como suele pasar con la ley de Murphy, si algo puede salir mal, saldrá mal.
El día anterior se había producido un accidente de tránsito en el País (nada raro) por mal estado del vehículo, entonces a los miembros de la comisión de tránsito se les ocurrió hacer una batida de vehículos a los buses que pasan por la autopista de mi casa para no solo ver documentos en regla sino el estado de las unidades de transporte y bueno ahí estaba ya un motivo de retraso no planificado. Ya antes de salir de casa mi hija me había dejado un regalito en la sala, se imaginaran que era para tener que haberme puesto a limpiarlo.
Llegando a la localidad en el extremo provincial atendí a varios ex trabajadores de un ingenio azucarero que tenían varios años de no ser atendidos en sus reclamos de utilidades pendientes 19 años atrás las cuales no solo reclamaban sino que también exigían sus intereses sobre el valor del dólar en aquella época. Luego al retornar a Guayaquil cuando ni siquiera llevaba 15 minutos de intentar recuperar algo de sueño el pito insistente del conductor del vehículo me hizo despertar para ver encima un bus que se salía de su carril porque le daba la gana y nosotros no poder abrirnos porque en media carretera estaba en señor en silla de ruedas pidiendo limosna y el impacto de mi lado fue inevitable; gracias a Dios todo O.K. es decir cero muertos y en este caso tampoco rasguños.
Ya en la oficina una compañera me pidió le acompañe en esa hora ya de almuerzo a ayudarle a escoger algo en lo cual me especializo y como tenía aún el corazón en la garganta pensé que una caminata me haría bien, sin pensar que en mi familia se estaba dando una “emergencia” a la cual al regresar y enterarme puesto que mi celular (ya en las últimas con solo 10 meses de adquirido) no había hecho suficiente esfuerzo por notificarme; llamadas iban y venían para intentar solucionar esos conflictos familiares en los cuales no medio sino que ordeno y me desespero pero al final las cosas se dieron como debían darse y se solucionó al menos momentáneamente.
No pude atender el saludo de una amiga en una popular red social que seguramente induciría para que al ser viernes salgamos a caminar y tomar algo pero ya eso con todo lo pasado no cabía en mi mente y solo quería llegar a casa a ver como estaban las cosas; soportando así la terrible hora pico de las 18h00 para dirigirme a mi hogar.
Entonces luego de un baño y meditar con el agua que caía sobre mí, me di cuenta que este es el típico día que llevo últimamente y aquella foto con una frase de la Capilla del Hombre de Oswaldo Guayasamín que me decía que hay peores situaciones y aún hay mucho por hacer y que ahora terminando el presente escrito saber que el día aún le faltan un poco más de 4 horas para terminar.
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