Guayaquil, el dato aberrante de la pandemia y el colapso de la salud en Ecuador

 La realidad que vive Guayaquil

Guayaquil tiene cerca de 2 millones 700 mil habitantes en un área sin cuerpos de agua de 316 km2, con una densidad poblacional de 8 mil 544 hab/km2, una de las más altas de América Latina. Tres de cada cinco guayaquileños están desempleados o subempleados y miles de familias viven en barrios sin planificación urbana ni servicios básicos por falta de políticas de urbanismo e impunidad para con traficantes de tierras ligados a quienes administran la ciudad desde hace ya 28 años. Es la capital económica del Ecuador y por sus puertos transita el 83% de las importaciones del país y el 70% de las exportaciones; lo que ha atraído desde su fundación a personas de todas las regiones a vivir en la urbe que genera el 26.44% del PIB nacional.

Del 1 al 15 de febrero, ingresaron a la ciudad procedentes de España, Italia y Estados Unidos, más de 24 mil pasajeros, incluida la primera persona que se identificó con Covid-19 el 29 de febrero (falleciendo el 13 de marzo). Aunque ahora se sabe que para esa fecha existían 24 casos más, con síntomas.

Entretenimiento y no cuarentena

Se realizó el 4 de marzo un partido de fútbol con más de 20 mil asistentes, y una marcha por el Día de la Mujer, con al menos dos mil participantes. Y como dato adicional, la ciudad cuenta con un sistema de transportación centralizado que utilizan cerca de 400 mil personas al día.

Desde el 17 de marzo que inició la restricción de movilidad, el Gobierno de Lenín Moreno no realizó ninguna campaña comunicacional sobre cuidados para «no» contraer el Covid-19, o cómo actuar ante la presencia de un familiar enfermo en el hogar y sus cuidados básicos.

Con síntomas y sin sistema de salud que me atendiera

Comencé a presentar todos los síntomas del virus (tos seca, dolor de garganta, poca fiebre, dolores musculares, sobre todo en la espalda, por los pulmones, y dos noches tuve complicaciones respiratorias de 15 minutos), por 10 días, entre el 22 de marzo y el 5 de abril, llamé tres veces al #171 (línea habilitada por el Ministerio de Salud) y solo me llamó una operadora digital para que marque opción si continuaba con síntomas. Ante esto, considero que muchas personas al vivir esta realidad dejaron de llamar, no optaron por arriesgarse a ir a un hospital para intentar hacerse la prueba de Covid-19, porque significaba exponerse y tener que esperar más de 15 días, para un resultado que no daban. La última travesía era ir a un laboratorio privado para hacer la prueba, que cuesta  hasta 250 dólares, dinero que podía ser utilizado en los medicamentos que el Estado tampoco garantiza a la población, como medida de control dentro de una crisis sanitaria.

Seguí el tratamiento indicado por un médico privado amigo de mi hermana, porque nunca recibí trato por parte del Gobierno –como posible enfermo de coronavirus–, Paracetamol de 1 g (Analgan) cada ocho horas, Azitromizina 500 mg diaria para despejar los pulmones, Cefuroxima 500 mg cada ocho horas, Bromuro –un spray para mejorar la respiración–.

El servicio de salud colapsó y nunca trabajó como sistema integrado; llamadas al #171 no brindaban ayuda. Luego la cantidad de fallecidos creció exponencialmente, llegando a 12 mil 214 en la provincia del Guayas, entre el 20 de marzo al 23 de abril, y restando la media de defunciones del 2019 de dos mil 065 fallecidos considerando que no hay accidentes de tránsito o asesinatos, tenemos que 10 mil 149 fallecidos serían por causa del Covid-19 como enfermedad y como fenómeno sanitario; de esta cifra al menos el 85% son guayaquileños. La capacidad de retirar los cadáveres de miles de hogares no pudo ser atendida, siendo incluso colocados en cajas de cartón.

 
Después de dos meses aún hay valores por debajo de la realidad sobre infectados, que puede estar por sobre los 500 mil casos, y en la última semana por encima de 70 mil con síntomas y en capacidad de contagiar a más personas, sin que el Ministerio de Salud reaccione, e incluso se ha planteado pasar de un confinamiento a un distanciamiento desde el 4 de mayo y que cada cantón decida los niveles de movilidad. De los cerca de 12 mil fallecidos en Ecuador, los datos de Guayaquil se convierten en aberrantes por ser valores atípicos, producto de múltiples variables y malas decisiones en políticas públicas que parecen estar lejos de terminar, tras el inicio de falta de alimentos en miles de hogares y nuevos despidos en las empresas.

 
Salvar la economía sí, salud…

En el discurso oficial se dice que Ecuador no cuenta con recursos económicos para dar mejores soluciones a la pandemia, pero hace pocas semanas se pagaron 325 millones de dólares de deuda externa. A miles de familias de escasos recursos les han ofrecido un bono de 60 dólares por dos meses y al mismo tiempo la Banca Estatal ofreció créditos de consumo para pagar colegios privados con montos de tres mil dólares, retornables en un lapso de tres años, en base a la capacidad de endeudamiento de cada padre o madre de familia. Paralelamente, Moreno ha propuesto una Ley Humanitaria, que rebaje los sueldos de servidores públicos y la flexibilización en formas de contratos por horas y sueldos menores hasta por tres años; pero no habla nada de reducir las tasas de interés de los bancos privados o el refinanciamiento de las deudas que se están adquiriendo, sobre todo en esta época, por el uso de tarjetas de crédito; tampoco de bajar utilidades de empresas o incremento de impuestos a la salida de capitales, y menos a la importación de artículos suntuarios, para cuidar la dolarización.

Todo es por distanciamiento

Antes de implementar el «distanciamiento» anunciado, el Estado no garantizó una campaña comunicacional masiva sobre cuidado y aseo, atención para adultos mayores, horarios de movilidad, entre otros, lo que trajo como resultado una debacle social y miles de personas contagiadas y fallecidas, sin haber recibido atención primaria o elaborado pruebas para descarte de la enfermedad.

Es un deber del Estado comunicar a la población las cifras de fallecidos e infectados estimados, hacer muestreos diarios en cantones con pruebas rápidas y con la capacidad adecuada para ser procesadas; garantizar que las farmacias tengan suficientes medicamentos e insumos para la venta al público a precio justo y no se arriesgue la salud con químicos rociados a las personas. Pero nada se ha cumplido, el “distanciamiento” es del Gobierno hacia el pueblo.

Medidas pendientes

También está pendiente garantizar los equipos necesarios e indumentarias de protección para quienes están en primera línea: médicos, enfermeros, personal de limpieza, policías, militares, entre otros.

Se debe identificar a quienes habiendo superado el virus han desarrollado anticuerpos, para usar de su sangre plasma como tratamiento para los más afectados.

Las pandemias y Guayaquil

Guayaquil es un buen ejemplo para ver cómo el virus puede pasar rápidamente a colapsar todo el sistema de salud y cementerios, sin mencionar las miles de familias que ahora están incompletas y cuyos seres queridos ni siquiera pudieron tener una despedida o un entierro digno. Incluso una persona en coma despertó y ya a sus familiares le habían entregado sus supuestas cenizas.

En 1848, ante la epidemia de la  fiebre amarilla que azotó a Guayaquil, cobrando la vida de dos mil 454 guayaquileños, el gobernador Vicente Rocafuerte castigó con el fusilamiento a los especuladores, por el impacto en la economía de las familias en situación de pobreza.

 

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